ES, EN | ¿A quién interesa una intervención en Venezuela?

Also available in english. Artículo de Gleisi Hoffmann, Senadora y presidenta nacional del PT, originalmente publicado en Brasil 247

Acabo de volver de Venezuela, donde participé, como presidenta del PT y por invitación del gobierno electo, de las  solemnidades de asunción del presidente Nicolás Maduro. No me sorprendí con los ataques y reacciones por parte de quienes no comprenden principios como autodeterminación y soberanía popular, de quienes no reconocen que partidos y gobiernos de diferentes países pueden dialogar respetuosamente.

Por varias razones, los problemas internos de Venezuela, económicos, sociales y políticos, han sido motivo de presiones externas indebidas que solo agravan la situación interna. Pero la asunción de Maduro en su segundo mandato desató un movimiento coordinado de intervención sobre Venezuela, patrocinado por el gobierno de los Estados Unidos y refrendado por gobiernos de derecha en América Latina, entre los cuales se destaca, por la vergonzosa sumisión a Donald Trump, el de Jair Bolsonaro.

Les guste o no, Maduro fue electo con el 67% de los votos. El voto en Venezuela no es obligatorio. Tres candidatos de oposición compitieron y las elecciones se dieron en los marcos legales y constitucionales del país (Constitución de 1999), lo cual fue atestiguado por una comisión externa independiente. Uno de los miembros de la comisión, el ex presidente del gobierno de España José Luis Zapatero declaró: “No tengo dudas de que (los venezolanos) votan libremente”. ¿Cómo es que otros países se creen con derechos de cuestionar el voto del pueblo venezolano?

No podemos ilusionarnos: la acción coordinada contra el gobierno de Venezuela no pasa ni de lejos por una supuesta defensa de la democracia y de la libertad de oposición en Venezuela. No hay ningún interés de ayudar al pueblo venezolano a superar sus desafíos reales. Lo que existe es la combinación de intereses económicos y geopolíticos con jugadas oportunistas de algunos gobiernos, como es el caso, desgraciadamente, de Brasil.

Venezuela no es cualquier país. Es la detentora de las mayores reservas de petróleo del planeta. El país asumió, desde 1º de enero, la presidencia de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (Opep) para el año de 2019. Desde la elección de Hugo Chávez, en 1998, Venezuela viene desafiando los modelos económicos y políticos excluyentes en vigor en aquel país – y en América Latina – y ejerciendo cada vez más fuertemente su soberanía.

El interés de los Estados Unidos y sus aliados de subyugar a ese incómodo vecino y avanzar sobre sus reservas estratégicas es notorio. Ya hemos visto esa película: la invasión norteamericana en Irak, en nombre de defender los derechos del pueblo e instalar la democracia, resultó en 250 mil muertos, ciudades destruidas, miseria, hambre y terror en la ocupación. Después, abandonaron todo, dejando un rastro de destrucción y desaliento, no sin antes haber propiciado que sus empresas ganaran mucho dinero y, como país, posicionarse estratégicamente en el acceso al petróleo de los países árabes. ¿Cómo está Irak ahora? ¿Mejor o peor que antes? ¿Tiene democracia? ¿Su pueblo es más feliz? Eso ya no interesa. Lo que interesa es que el imperio ha conquistado lo que quería.

Son muy preocupantes los movimientos de los gobiernos Trump y Bolsonaro, entre otros, para desestabilizar al gobierno electo de Maduro y sustentar a un gobierno paralelo de la oposición. Usan una retórica de guerra como desde hace mucho no se oía en nuestro continente. Quieren intervenir en Venezuela – considerando incluso una intervención militar – con la narrativa de que se trataría de una dictadura, que los derechos humanos no son respetados, que hay crisis humanitaria y habría que intervenir para salvar al pueblo.

¿Alguien cree, sinceramente, que los EEUU están preocupados por la democracia y por los derechos humanos en Venezuela? ¿Por qué no se preocupan por el hambre en Yemen? ¿Por qué tratan a las personas en proceso migratorio de forma hostil? ¿Fue la preocupación por los derechos humanos lo que hizo que el gobierno Trump enjaulara a niños y niñas como animales?

Nuestra Constitución y la tradición diplomática brasileña defienden la no intervención en otros países. Esta representa el respeto a las naciones y a la autodeterminación de los pueblos. No necesitamos adular a imperios que se utilizan de las crisis ajenas para cubrir sus propios problemas y sacar provecho político y económico haciendo guerras e intervenciones. Ya hemos visto esa película y sabemos que solo trae más dolores. Cuando el ex presidente George W. Bush quiso comprometer a Brasil en la guerra contra Irak, el ex presidente Lula reaccionó con altivez: “Nuestra lucha es contra el hambre”. Las dificultades por las que pasa el pueblo de Venezuela solo fueron agravadas por las sanciones y bloqueos económicos impuestos por los EEUU y sus aliados. Nunca está de más recordar que el gobierno de Colombia se negó a venderle medicamentos al gobierno venezolano. Así ocurre con otros productos. Venezuela es muy dependiente de importaciones. Mientras los bloqueos y sanciones permanezcan, el pueblo sufrirá y migrará, imponiendo también sufrimiento a los países linderos.

La salida, la solución pacífica para la crisis venezolana, que tiene impacto en América Latina, es la negociación política, es conversar con todos los lados. Ese es el papel que Brasil debería estar jugando, como ya lo ha hecho con éxito, en lugar de estar echando más leña al fuego.

Esta semana Bolsonaro se encontrará con el presidente Macri en Argentina. Los periódicos dicen que el primer punto del orden del día será Venezuela. Si tienen un mínimo de responsabilidad con la paz, el orden y la buena convivencia de los países y pueblos latinoamericanos, propondrán el diálogo con las partes venezolanas. De lo contrario, solo vamos a acelerar la crisis. Una intervención allá nos causará daño a todos.

Los demócratas brasileños, que se preocupan sinceramente con el destino de nuestros pueblos, saben que la intervención, de cualquier índole, no es la salida para la crisis de Venezuela. Y no hace falta estar de acuerdo con Nicolás Maduro, con su gobierno o con los procesos institucionales venezolanos para entender que, en el caso de una intervención militar, el rol de Brasil, desafortunadamente, será de carne de cañón.

Gleisi Hoffmann es senadora (PT-PR) y presidenta nacional del Partido de los Trabajadores

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An intervention in Venezuela in whose interest?

I have just returned from Venezuela, where, as president of the Workers’ Party and by invitation of the elected government, I attended the inaugural ceremony of President Nicolás Maduro. I was not surprised by the attacks and reactions from those who fail to understand such principles as self-determination and people’s sovereignty, those who do not recognize that political parties and governments from different countries can engage in respectful dialogue.

For several reasons, Venezuela’s domestic problems –economic, social, political– have triggered undue external pressures that have only aggravated the situation.  But Maduro’s inauguration for his second term has unleashed a coordinated interventionist movement against Venezuela, sponsored by the  government of the United States and endorsed by right-wing Latin American governments, among which stands out, given its shameful  subservience to Donald Trump, that of Jair Bolsonaro.

Whether we like it or not, Maduro was elected with 67% of the votes. Voting in Venezuela is optional. Three opposition candidates ran and the elections took place in accordance with the country’s legal and constitutional frameworks (the 1999 Constitution), as attested to by an independent external commission. One of the members of this commission, former President of Spain José Luiz Zapatero, stated, “I have no doubt that (the Venezuelans) vote freely”. How can other countries claim the right to challenge the vote of the Venezuelan people?

Let us make no mistake: the coordinated action against the government of Venezuela is not even remotely related to a supposed defense of democracy and freedom of the opposition in Venezuela. There is no interest in aiding the Venezuelan people to overcome their real challenges. It is merely a combination of economic and geopolitical interests and opportunistic moves by some governments, as is the case, regrettably, of Brazil.

Venezuela is not just any country. It holds the largest oil reserves on the planet. Since January 1st, 2019 the country has been presiding over the Organization of the Petroleum Exporting Countries (OPEC). Since Hugo Chávez’s election in 1998, Venezuela has been challenging the exclusionary economic and political models that were in effect in that country –and in Latin America– and ever more strongly exercising its sovereignty.

The interest of the United States and its allies to subjugate this annoying neighbor and advance over its strategic reserves is widely known. We have seen that before: the American invasion of Iraq, in the name of defending the rights of the people and establishing a democracy, resulted in 250,000 deaths, cities destroyed, appalling poverty, famine, and occupation-related terror. Then, they just left everything behind, leaving a trail of destruction and dismay, though not without making sure that, before they left, their corporations made a lot of money and that Iraq, as a country, adopted a strategic position with regard to access to the Arab countries’ oil.  And how is Iraq now? Better or worse off than before? Does it have a democracy? Are its people happier? This doesn’t matter anymore. What matters is that the empire conquered what it wanted.

Of grave concern are the moves made by the Trump and Bolsonaro administrations, among others, to destabilize the elected government of Maduro and to support an opposition-led parallel government. They use rhetoric of war long unheard of in our continent. They want to intervene in Venezuela –even militarily– based on a narrative claiming the country is a dictatorship, that human rights are not respected, that there is a humanitarian crisis; intervening is needed to save the people.

Does anyone really believe that the US is concerned with democracy and human rights in Venezuela? Why isn’t the US concerned with the famine in Yemen? Why does it treat migrant people with such hostility? Was it concern over human rights that prompted the Trump administration to put children in cages like animals?

Our Constitution and the Brazilian diplomatic tradition stand up for non-intervention in other countries. We respect nations and self-determination of peoples. We need not to be obsequiously subservient to empires that make use of someone else’s crisis to cover for their own troubles and to take political and economic advantage by waging wars and leading interventions. We have seen this before, and the pain it brings. When former President George W. Bush tried to persuade Brazil to engage in a war against Iraq, former President Lula reacted with assertiveness: “Our war is against hunger”.

The woes afflicting the Venezuelan people have only been worsened by the economic sanctions and blockades imposed by the US and its allies. It is worth recalling that the government of Colombia refused to sell medication to the Venezuelan government. The same has taken place with other products. Venezuela is heavily dependent on imports. As long as the blockades and sanctions remain in place, the people will suffer and migrate, while also imposing suffering on those along its borders.

The solution, a peaceful solution to the Venezuelan crisis, and to its impact on Latin America, is political negotiation, is talking with all sides. A role Brazil should be playing, as it has successfully done before, rather than adding more fuel to the flames.

This week Bolsonaro will meet with President Macri in Argentina. Newspapers report that Venezuela is to be the first issue on the agenda. If they show the least responsibility as regards the peace, order, and good relationship of the countries and peoples of Latin America, they will propose dialogue with Venezuela’s interested parties. Otherwise, we will only escalate the crisis. An intervention in Venezuela will have consequences for all of us.

The Brazilian democrats, who are honestly concerned with the fate of Latin America’s peoples, know that an intervention, of any kind, is not the solution to the crisis in Venezuela. And there is no need to agree with Nicolás Maduro, with his government, or with the Venezuelan institutional processes to understand that, in case of a military intervention, Brazil’s role, unfortunately, will be one of cannon fodder.

Gleisi Hoffmann is a senator (PT-PR) and national president of the Workers’ Party.

 

PT Cast