Manifesto de Lula ao Povo Brasileiro

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Ricardo Stuckert

"Sei que posso fazer o país retomar o caminho da democracia e do desenvolvimento", diz Lula

Hace dos meses estoy preso, injustamente, sin haber cometido ningún crimen. Hace dos meses estoy impedido de recorrer el país que amo, llevando el mensaje de esperanza en un Brasil mejor y más justo, con oportunidades para todos, como siempre he hecho en 45 años de vida pública.

Fui privado de convivir diariamente con mis hijos y mi hija, mis nietos y nietas, mi bisnieta, mis amigos y compañeros. Pero no tengo duda que me pusieron aquí para impedirme convivir con mi gran familia: el pueblo brasileño. Eso es lo que más me angustia, pues sé que, cada día más y más familias vuelven a vivir en las calles, abandonadas por el estado que debería protegerlas.

Desde donde me encuentro, quiero renovar el mensaje de fe en Brasil y en nuestro pueblo. Juntos, supimos superar momentos difíciles, graves crisis económicas, políticas y sociales. En mi gobierno, vencimos el hambre, el desempleo, la recesión, las enormes presiones del capital internacional y de sus representantes en el país. Juntos, reducimos la enfermedad secular de la desigualdad social que marcó la formación de Brasil: el genocidio de los indígenas, la esclavitud de los negros y la explotación de los trabajadores de la ciudad y del campo.

Combatimos sin tregua las injusticias. De cabeza erguida, llegamos a ser considerados el pueblo más optimista del mundo. Profundizamos nuestra democracia y por eso conquistamos protagonismo internacional, con la creación de la Unasur, de la Celac, de los BRICS y nuestra relación solidaria con los países africanos. Nuestra voz fue escuchada en el G-8 y en los más importantes foros mundiales.

Estoy seguro de que podemos reconstruir este país y volver a soñar con una gran nación. Eso es lo que me anima a seguir luchando.

No puedo conformarme con el sufrimiento de los más pobres y el castigo que está siendo impuesto a nuestra clase trabajadora, así como no me conformo con mi situación.

Los que me acusaron en la Lava Jato saben que mintieron, pues nunca fui dueño, nunca tuve la posesión, nunca pasé una noche en el apartamento de Guarujá. Los que me condenaron, Sérgio Moro y los fiscales del TRF-4, saben que armaron una farsa judicial para arrestarme, pues demostré mi inocencia en el proceso y ellos no consiguieron presentar la prueba del crimen del cual me acusan.

Hasta hoy me pregunto: ¿dónde está la prueba?

No fui tratado por los fiscales de la Lava Jato, por Moro y por el TRF-4 como un ciudadano igual a los demás. He sido tratado siempre como enemigo.

No cultivo odio o rencor, pero dudo que mis verdugos puedan dormir con la conciencia tranquila.

En contra de las injusticias, tengo el derecho constitucional de recurrir en libertad, pero ese derecho me ha sido negado hasta ahora por el único motivo de que me llamo Luiz Inacio Lula da Silva.

Por eso me considero un preso político en mi país.

Cuando quedó claro que me iban a atrapar a la fuerza, sin crimen ni pruebas, decidí quedarme en Brasil y enfrentar a mis verdugos. Sé mi lugar en la historia y sé cuál es el lugar reservado a los que hoy me persiguen. Estoy seguro de que la justicia hará prevalecer la verdad.

En las caravanas que hice recientemente por Brasil, vi la esperanza en los ojos de las personas. Y también vi la angustia de quien está sufriendo con el regreso del hambre y del desempleo, la desnutrición, el abandono escolar, los derechos robados a los trabajadores, la destrucción de las políticas de inclusión social constitucionalmente garantizadas y ahora negadas en la práctica.

Es para acabar con el sufrimiento del pueblo que soy nuevamente candidato a la Presidencia de la República.

Asumo esta misión porque tengo una gran responsabilidad con Brasil y porque los brasileños tienen el derecho de votar libremente en un proyecto de país más solidario, más justo y soberano, perseverando en el proyecto de integración latinoamericana.

Soy candidato porque creo sinceramente que la Justicia Electoral mantendrá la coherencia con sus precedentes de jurisprudencia desde 2002, no doblegándose al chantaje de la excepción sólo para lesionar mi derecho y el derecho de los votantes a votar en quién mejor los representa.

Tuve muchas candidaturas en mi trayectoria, pero ésta es diferente: es el compromiso de mi vida. Quien tuvo el privilegio de ver a Brasil avanzar en beneficio de los más pobres, después de siglos de exclusión y abandono, no puede apartarse en el momento más difícil para nuestra gente.

Sé que mi candidatura representa la esperanza, y vamos a llevarla hasta las últimas consecuencias, porque tenemos de nuestro lado la fuerza del pueblo.

Tenemos el derecho de soñar nuevamente, después de la pesadilla que nos fue impuesta con el golpe de 2016.

Mintieron para derribar a la presidenta Dilma Rousseff, legítimamente electa. Mintieron con que el país mejoraría si el PT salía del gobierno; que habría más empleos y más desarrollo. Mintieron para imponer el programa derrotado en las urnas en 2014. Mintieron para destruir el proyecto de erradicación de la miseria que pusimos en marcha desde mi gobierno. Mintieron para entregar las riquezas nacionales y favorecer a los tenedores del poder económico y financiero, en una escandalosa traición a la voluntad del pueblo, manifestada en 2002, 2006, 2010 y 2014, de modo claro e inequívoco.

Está llegando la hora de la verdad.

Quiero ser presidente de Brasil nuevamente porque ya he probado que es posible construir un Brasil mejor para nuestro pueblo. Probamos que el país puede crecer, en beneficio de todos, cuando el gobierno coloca a los trabajadores y a los más pobres en el centro de atención, y no se vuelve esclavo de los intereses de los ricos y poderosos. Y probamos que solamente la inclusión de millones de pobres puede hacer que la economía crezca y se recupere.

Gobernamos para el pueblo y no para el mercado. Es lo contrario de lo que hace el gobierno de nuestros empresarios, al servicio de los financistas y de las multinacionales, que suprimió derechos históricos de los trabajadores, redujo el salario real, cortó las inversiones en salud y educación y está destruyendo programas como el Bolsa Familia, Mi Casa Mi Vida, el Pronaf, Luz para Todos, Prouni y Fies, entre tantas acciones dirigidas a la justicia social.

Sueño ser presidente de Brasil para acabar con el sufrimiento de quien no tiene más dinero para comprar o no tiene más dinero para comprar la bombona de gas, que ha vuelto a usar la leña para cocinar o, peor aún, que usan alcohol y se convierten en víctimas de graves accidentes y quemaduras. Este es uno de los más crueles retrocesos provocados por la política de destrucción de Petrobrás y de la soberanía nacional, conducida por los entreguistas del PSDB que apoyaron el golpe de 2016.

Petrobrás no fue creada para generar ganancias para los especuladores de Wall Street en Nueva York, sino para garantizar la autosuficiencia de petróleo en Brasil, a precios compatibles con la economía popular. Petrobrás tiene que volver a ser brasileña. Pueden estar seguros de que vamos a acabar con esa historia de vender sus activos. No será más rehén de las multinacionales del petróleo. Volverá a desempeñar un papel estratégico en el desarrollo del país, incluso en la dirección de los recursos del pre-sal para la educación, nuestro pasaporte para el futuro.

Pueden estar seguros también de que impediremos la privatización de Eletrobras, del Banco do Brasil y de la Caixa, del debilitamiento del BNDES y de todos los instrumentos de que dispone el país para promover el desarrollo y el bienestar social.

Sueño ser el presidente de un país en el que el juzgador preste más atención a la Constitución y menos a los titulares de los periódicos.

En que el estado de derecho sea la regla, sin medidas de excepción.

Sueño con un país en que la democracia prevalezca sobre el albedrío, el monopolio de los medios, el prejuicio y la discriminación.

Sueño ser el presidente de un país en el que todos tengan derechos y nadie tenga privilegios.

Un país en que todos puedan hacer nuevamente tres comidas al día; en que los niños puedan asistir a la escuela, en que todos tengan derecho al trabajo con salario digno y protección de la ley. Un país en el que todo trabajador rural vuelva a tener acceso a la tierra para producir, con financiamiento y asistencia técnica.

Un país en el que la gente vuelva a tener confianza en el presente y la esperanza en el futuro. Y que por eso mismo vuelva a ser respetado internacionalmente, vuelva a promover la integración latinoamericana y la cooperación con África, y que ejerza una posición soberana en los diálogos internacionales sobre el comercio y el medio ambiente, por la paz y la amistad entre los pueblos.

Sabemos cuál es el camino para concretar esos sueños. Hoy pasa por la celebración de elecciones libres y democráticas, con la participación de todas las fuerzas políticas, sin reglas de excepción para imposibilitar a determinado candidato.

Sólo así tendremos un gobierno con legitimidad para enfrentar los grandes desafíos, que podrá dialogar con todos los sectores de la nación respaldado por el voto popular. Es la misión que me propongo al aceptar la candidatura presidencial por el Partido de los Trabajadores.

Ya demostramos que es posible logar un gobierno de pacificación nacional, en el que Brasil camine al encuentro de los brasileños, especialmente de los más pobres y de los trabajadores.

Hice un gobierno en el que los pobres se incluyeron en el presupuesto de la Unión, con más distribución de ingresos y menos hambre; con más salud y menos mortalidad infantil; con más respeto y afirmación de los derechos de las mujeres, de los negros y de la diversidad, y con menos violencia; con más educación en todos los niveles y menos niños fuera de la escuela; con más acceso a las universidades y la enseñanza técnica y menos jóvenes excluidos del futuro; con más vivienda popular y menos conflictos de ocupaciones en las ciudades; con más asentamientos y distribución de tierras y menos conflictos de ocupaciones en el campo; con más respeto a las poblaciones indígenas y quilombolas, con más ganancias salariales y garantía de los derechos de los trabajadores, con más diálogo con los sindicatos, movimientos sociales y organizaciones empresariales y menos conflictos sociales.

Fue un tiempo de paz y prosperidad, como nunca antes tuvimos en la historia.

Creo, desde el fondo del corazón, que Brasil puede volver a ser feliz. Y puede avanzar mucho más de lo que conquistamos juntos, cuando el gobierno era del pueblo.

Para alcanzar este objetivo, tenemos que unir las fuerzas democráticas de todo Brasil, respetando la autonomía de los partidos y de los movimientos, pero siempre teniendo como referencia un proyecto de país más solidario y más justo, que rescate la dignidad y la esperanza de nuestra gente sufrida. Estoy seguro de que estaremos juntos al final de la caminata.

Desde aquí donde estoy, con la solidaridad y las energías que vienen de todos los rincones de Brasil y del mundo, puedo asegurar que continuaré trabajando para transformar nuestros sueños en realidad. Y así me voy preparando, con fe en Dios y mucha confianza, para el día del reencuentro con el querido pueblo brasileño.

Y ese reencuentro sólo no ocurrirá si la vida me falta.

Hasta pronto, mi gente

¡Viva Brasil! ¡Viva la democracia! ¡Viva el Pueblo Brasileño!

Luiz Inacio Lula da Silva

Curitiba, 8 de junio de 2018


For two months now, I have been unjustly incarcerated without having committed any crime. For two months I have been unable to travel the country I love, bringing the message of hope of a better and more just Brazil, with opportunities for all, as I always did during 45 years of public life.

I was deprived of my daily life with my sons and my daughter, my grandsons and granddaughters, my great-granddaughter, my friends and comrades. But I have no doubt that they have put me here to prevent me from being with my larger family: the Brazilian people. This is what distresses me the most, because I know that outside, every day, more and more families are back to living in the streets, abandoned by the State that should protect them.

From where I am, I want to renew the message of faith in Brazil and in our people. Together, we have been able to overcome difficult times, serious economic, political and social crises. Together, under my government, we overcame hunger, unemployment, recession, the enormous pressures of international capital and its representatives in the country. Together, we reduced the age-old disease of social inequality that marked Brazil’s formation: indigenous genocide, the enslavement of blacks and the exploitation of the workers of the city and the countryside.

We fought injustice tirelessly. With our heads held high, we have come to be considered the most optimistic people in the world. We have deepened our democracy and we have gained international prominence with the creation of Unasur, Celac, BRICS and our relationship of solidarity with African countries. Our voice was heard in the G8 and in the most important world fora.

I am sure we can rebuild this country and dream, once again, like a great nation. That’s what keeps me fighting.

I will not settle with the suffering of the poorest and the punishment that is falling on our working class, just as I will not settle with my situation.

Those who accused me in Lava Jato know that they lied, because I never owned, never had possession, nor spent one night in the Guarujá apartment. Those who condemned me, Sérgio Moro and the TRF-4 judges, know that they set up a judicial farce to arrest me because I was able to prove my innocence in the case and they were not able to present proof of the crime that they accuse me of.

To this day I ask myself: where is the proof?

I was not treated by the prosecutors of Lava Jato, Moro and TRF-4 as a citizen equal to everyone else. I have always been treated as an enemy.

I do not cultivate hatred or hold any grudge, but I doubt my executioners can sleep with a clear conscience.

Against all injustices, I have the constitutional right to appeal out of jail, but this right has been denied to me so far, for the sole reason that my name is Luiz Inácio Lula da Silva.

That is why I consider myself a political prisoner in my country.

When it became clear that they were going to take me in by force, without crime or evidence, I decided to stay in Brazil and face my executioners. I know my place in history and I know the place reserved for those who persecute me today. I am sure that Justice will make truth prevail.

In the caravans I recently took part in, along Brazil, I saw hope in people’s eyes. And I have also seen the anguish of those who are suffering with the return of hunger and unemployment, malnourishment, school dropout, rights robbed from workers, destruction of the constitutionally guaranteed policies of social inclusion, that are now denied in practice.

It is to end the suffering of the people that I am again running for President.

I take on this mission because I have a great responsibility with Brazil and because Brazilians have the right to vote freely for a project of more solidarity, a more just and a sovereign country, persevering in the project of Latin American integration.

I am a candidate because I sincerely believe that the Electoral Court will be coherent with its judicial precedents, since 2002, not bowing to the blackmail of exception only to hurt my right and the right of voters to choose who represents them best.

I ran many times during my career, but this race is different: it is my life’s commitment. Those who had the privilege of seeing Brazil advance on behalf of the poorest, after centuries of exclusion and abandonment, cannot sit out during the most difficult time for our people.

I know that my candidacy represents hope, and we will take it to the final consequences, because we have the strength of the people at our side.

We have the right to dream again, after the nightmare that was imposed on us by the 2016 coup.

They lied to overthrow the legitimately elected President Dilma Rousseff. They lied saying that the country would improve if the Workers’ Party was ousted from government; that there would be more jobs and more development. They lied to impose the program that was defeated at the polls in 2014. They lied to destroy the project of eradicating misery which we put in place under my government. They lied to give away the nation’s wealth and to favor the economic and financial powers, in a scandalous betrayal of the people’s will manifested clearly and unequivocally in 2002, 2006, 2010 and 2014.

The hour of truth is coming.

I want to be president of Brazil once again because I have already proved that it is possible to build a better Brazil for our people. We proved that the country can grow for the benefit of all when the government places the workers and the poorest at the center of the concerns, and does not become a slave to the interests of the rich and powerful. And we proved that only the inclusion of millions of poor people can make the economy grow and recover.

We govern for the people and not for the market. It is the opposite of what the government of our opponents, at the service of financiers and multinationals, who abolished the historic rights of workers, reduced real wages, cut off investments in health and education, and is destroying programs like Bolsa Familia, Minha Casa, Minha Vida, Pronaf, Luz Para Todos, Prouni and Fies, among many actions aimed at social justice.

I dream of being president of Brazil to end the suffering of those who do not have money anymore to buy gas, who now have to use wood for cooking or, even worse, use alcohol and become victims of serious accidents and burns. This is one of the cruelest setbacks caused by the policy of destruction of Petrobras and of our national sovereignty, led by PSDB supporters who backed the 2016 coup.

Petrobras was not created to generate gains for Wall Street speculators in New York, but to ensure oil self-sufficiency in Brazil at prices compatible with the popular economy. Petrobras must be Brazilian again. You can be certain that we are going to end this tale of selling its assets. It will no longer be hostage to oil multinationals. It will once again play a strategic role in the country’s development, including in directing the pre-salt resources to education, our passport to the future.

You can also be sure that we will prevent the privatization of Eletrobrás, Banco do Brasil and Caixa, the emptying of the BNDES and of all the tools available to the country to promote development and social welfare.

I dream of being the president of a country where the judge pays more attention to the Constitution and less to the headlines.

Where rule of law is the rule, without measures of exception.

I dream of a country where democracy prevails over anyone’s discretion, media monopoly, prejudice and discrimination.

I dream of being the president of a country where everyone has rights and nobody has privileges. A Country where everyone can have three meals a day again; where children can attend school, where everyone has the right to work for dignified wages and with the protection of the law. A country in which every rural worker has again access to land to produce, with finance and technical assistance.

A country where people will once again have confidence in the present and hope for the future. And where for this very reason is once again respected internationally, promotes Latin American integration and cooperation with Africa once again, and exercises a sovereign position in the international dialogues on trade and the environment, for peace and friendship amongst peoples.

We know the way to carry out these dreams. Today it goes through the holding of free and democratic elections, with the participation of all political forces, with no rules of exception to prevent just one candidate.

Only then will we have a government with legitimacy to face great challenges, that can dialogue with all sectors of the nation supported by the popular vote. It is this mission that I am taking on by accepting my nomination as presidential candidate of the Workers’ Party.

We have demonstrated already that it is possible to make a government of national appeasement, where which Brazil walks in the direction of the Brazilians, especially the poorest and the workers.

My government was one where the poor were included in the Union’s budget, with more income distribution and less hunger; with more health and less child mortality; with more respect and affirmation of the rights of women, of blacks and of diversity, and with less violence; with more education at all levels and fewer children out of school; with more access to universities and technical education and fewer young people excluded from the future; with more popular housing and fewer occupancy conflicts in the cities; with more settlements and land distribution and fewer conflicts of occupation in the countryside; with more respect for the indigenous populations and quilombolas, with more salary gains and guarantees for the rights of workers, with more dialogue with unions, social movements and business organizations and less social conflicts.

It was a time of peace and prosperity, as we have never had before in history.

I believe, from the bottom of my heart, that Brazil can be happy again. And it can advance much more than we had already conquered together, when the government was of the people.

In order to achieve this goal, we must unite the democratic forces of all Brazil, respecting the autonomy of the parties and the movements, but always having as reference a project of more solidarity and a fairer Country that will rescue the dignity and hope of our suffering people. I am sure we will be together at the end of that path.

From where I am, with the solidarity and energies that come from all corners of Brazil and the world, I can assure you that I will continue working to transform our dreams into reality. And so I am preparing, with faith in God and a lot of confidence, for the day when I will once again unite with the beloved Brazilian people.

Only, if my life is taken, will this reunion not come to be.

And this reunion will not happen only if my life is lacking.

See you soon, my people.

Long live Brazil! Long live Democracy! Long live the Brazilian people!

Luiz Inácio Lula da Silva

Curitiba, June 8, 2018


Da due mesi sono incarcerato, ingiustamente, senza avere commesso nessun crimine. Da due mesi mi è proibito di percorrere il Paese che amo, portando il messaggio di speranza in un Brasile migliore e più giusto, con opportunità per tutti, come sempre ho fatto in 45 anni di vita pubblica.

Sono stato privato della convivenza quotidiana con i miei figli e mia figlia, con i nipoti e le nipoti, con la mia bisnipote, i miei amici e compagni. Ma non ho dubbi che mi hanno messo qui per impedirmi di convivere con la mia grande famiglia: il popolo brasiliano. Questo è ciò che più mi angustia, perché so che, là fuori, ogni giorno più famiglie tornano a vivere per strada, abbandonate dallo Stato che dovrebbe proteggerle.

Da dove mi trovo, voglio rinnovare il messaggio di fede nel Brasile e nel nostro popolo. Insieme, abbiamo saputo superare momenti difficili, gravi crisi economiche, politiche e sociali. Insieme, nel mio governo, abbiamo vinto la fame, la disoccupazione, la recessione, le enormi pressioni del capitale internazionale e dei suoi rappresentanti nel Paese. Insieme, abbiamo ridotto la secolare malattia della diseguaglianza sociale che ha segnato la formazione del Brasile: il genocidio degli indigeni, la schiavitù dei neri e lo sfruttamento dei lavoratori della città e delle campagne.

Abbiamo combattuto senza tregua le ingiustizie. A testa alta, siamo arrivati ad essere considerati il popolo più ottimista del mondo. Abbiamo approfondito la nostra democrazia e per questo abbiamo conquistato protagonismo internazionale, con la creazione di una sul/Unione delle nazioni sudamericane, celac/Comunità di Stati latinoamericani e dei Caraibi, brics/Brasile, Russia, India, Cina, Sudafrica e con la nostra relazione solidale con i paesi africani. La nostra voce è stata ascoltata nel G8 e nei più importanti fori mondiali.

Ho certezza che possiamo ricostruire questo Paese e ritornare a sognare una grande nazione. Questo è ciò che mi anima per continuare a lottare.

Non posso conformarmi alla sofferenza dei più poveri e alla punizione che si sta abbattendo sulla nostra classe lavoratrice, così come non mi conformo alla mia situazione.

Coloro che mi hanno accusato nella Lava Jato sanno che hanno mentito, perché mai sono stato padrone, mai ho avuto possesso, mai ho passato una notte in quel tale appartamento di Guarujá. Coloro che mi hanno condannato, Sérgio Moro e i giudici del TRF-4/Tribunale regionale federale della 4a regione sanno di avere montato una farsa giudiziaria per arrestarmi, perché avevo dimostrato la mia innocenza nel processo e loro non erano riusciti a presentare la prova del crimine del quale mi accusavano.

Fino ad oggi mi domando: dove è la prova?

Dai procuratori della Lava Jato, da Moro e dal TRF-4 non sono stato trattato come un cittadino uguale a tutti gli altri. Sempre sono stato trattato come nemico.

Non coltivo odio o rancore, ma dubito che i miei aguzzini possano dormire con la coscienza tranquilla.

Contro tutte le ingiustizie, ho il diritto costituzionale di presentare ricorso in libertà, ma questo diritto mi è stato negato fino ad ora, per il solo motivo che mi chiamo Luiz Inácio Lula da Silva.

Per questo mi considero un prigioniero politico nel mio paese.

Quando è risultato chiaro che mi avrebbero arrestato ad ogni costo, senza crimine né prove, ho deciso di rimanere in Brasile e affrontare i miei aguzzini. Conosco il mio posto nella storia e so quale è il luogo riservato a coloro che mi perseguitano. Ho la certezza che la giustizia farà prevalere la verità.

Nelle carovane che ho fatto di recente attraverso il Brasile, ho visto la speranza negli occhi delle persone. E anche ho visto l’angustia di chi sta soffrendo con il ritorno della fame e della disoccupazione, la denutrizione, l’abbandono scolastico, i diritti rubati ai lavoratori, la distruzione delle politiche di inclusione sociale costituzionalmente garantire e ora negate nella pratica.

È per porre fine alla sofferenza del popolo che sono di nuovo candidato alla Presidenza della Repubblica.

Assumo questa missione perché ho una grande responsabilità verso il Brasile e perché i brasiliani hanno diritto di votare liberamente per un progetto di paese più solidale, più giusto e sovrano, perseverando nel progetto di integrazione latino-americana.

Sono candidato perché penso, sinceramente, che la Giustizia Elettorale sarà coerente con la sua precedente giurisprudenza fin dal 2002, non si curverà al ricatto dell’ eccezione solo per ferire il diritto mio e il diritto degli elettori di votare in chi meglio li rappresenta.

Ho avuto molte candidature nella mia traiettoria, ma questa è differente: è l’impegno della mia vita. Chi ha avuto il privilegio di vedere il Brasile avanzare a favore dei più poveri, dopo secoli di esclusione e abbandono, non può venire meno nell’ora più difficile per la nostra gente.

So che la mia candidatura rappresenta la speranza e la porteremo fino alle ultime conseguenze, perché abbiamo al nostro fianco la forza del popolo.

Abbiamo il diritto di sognare di nuovo, dopo l’incubo che ci è stato imposto dal colpo di Stato del 2016. Hanno mentito per deporre la presidente Dilma Rousseff, eletta legittimamente. Hanno mentito che il paese sarebbe migliorato se il PT/Partito dei lavoratori fosse uscito dal governo; che ci sarebbe stato più lavoro e più sviluppo. Hanno mentito per imporre il programma sconfitto nelle urne nel 2014. Hanno mentito per distruggere il progetto di sradicamento della miseria che avevamo messo in moto a partire dal mio governo. Hanno mentito per consegnare le ricchezze nazionali e favorire i detentori del potere economico e finanziario, in un scandaloso tradimento della volontà del popolo, manifestata nel 2002, 2006, 2010 e 2014 in modo chiaro e inequivocabile.

Sta giungendo l’ora della verità.

Voglio essere di nuovo presidente del Brasile perché ho provato che è possibile costruire un Brasile migliore per il nostro popolo. Abbiamo dimostrato che il Paese può crescere, a favore di tutti, quando il governo mette i lavoratori e i più poveri al centro delle attenzioni, e non diventa schiavo degli interessi dei ricchi e dei potenti. E abbiamo provato che solo l’inclusione di milioni di poveri può fare crescere l’economia e promuovere la ripresa.

Abbiamo governato per il popolo e non per il mercato. È il contrario di quello che fa il governo dei nostri avversari, a servizio dei finanzieri e delle multinazionali, che ha soppresso diritti storici dei lavoratori, ha ridotto il salario reale, ha tagliato gli investimenti in salute e educazione e sta distruggendo programmi come Borsa Famiglia, Mia casa mia vita, Pronaf/Programma per l’agricoltura famigliare, Luce per tutti, Prouni, fra tante azioni volte verso la giustizia sociale.

Sogno di essere presidente del Brasile per porre fine alla sofferenza di chi non ha più denaro per comprare la bombola del gas, ed è tornato ad usare legna per cucinare o, peggio, alcool e diventa vittima di gravi incidenti e bruciature. È questa una dei più crudeli arretramenti provocati dalla politica di distruzione della Petrobras e della sovranità nazionale, guidata dai dissipatori del PSDB/Partito della socialdemocrazia brasiliana che hanno appoggiato il golpe del 2016.
La Petrobras non è stata creata per generare guadagni per gli speculatori di Wall Street a New York, ma per garantire l’autosufficienza in petrolio in Brasile, a prezzi compatibili con l’ economia popolare. La Petrobras deve tornare ad essere brasiliana.

Potete stare certi che noi la finiremo con questa storia di vendere i suoi attivi. Non sarà più ostaggio delle multinazionali del petrolio. Tornerà a svolgere un ruolo strategico nello sviluppo del Paese, incluso un orientamento delle risorse del pré-sal per l’educazione, il nostro passaporto per il futuro.

Potete stare certi anche che impediremo la privatizzazione delle Eletrobras, del Banco do Brasil e della Caixa, lo svuotamento del BNDES e di tutti gli strumenti di cui il Paese dispone per promuovere lo sviluppo e il benessere sociale.

Sogno di esser il presidente di un Paese in cui il giudicante presti maggiore attenzione alla Costituzione e meno ai titoli dei giornali.
E in cui lo Stato di diritto sia la regola, senza misure di eccezione.

Sogno un paese in cui la democrazia prevalga sull’arbitrio, sul monopolio dei media, sul preconcetto e la discriminazione.

Sogno di essere presidente di un Paese in cui tutti abbiano diritti e nessuno abbia privilegi.
Un Paese in cui tutti possano di nuovo fare tre pasti al giorno; in cui i bambini possano frequentare la scuola, in cui tutti abbiano diritto al lavoro con salario degno e protezione della legge. Un Paese in cui ogni lavoratore rurale abbia di nuovo accesso alla terra per produrre, con finanziamento e assistenza tecnica.

Un Paese in cui le persone abbiano di nuovo fiducia nel presente e speranza nel futuro. E che proprio per questo torni ad essere rispettato internazionalmente, torni a promuovere l’integrazione latino-americana e la cooperazione con l’Africa e che abbia una posizione sovrana nei dialoghi internazionali sul commercio e l’ambiente, per la pace e l’amicizia fra i popoli.

Noi sappiamo quale è il cammino per concretizzare questi sogni. Oggi esso passa dalla realizzazione di elezioni libere e democratiche, con la partecipazione di tutte le forze politiche, senza regole di eccezione per impedire solo un determinati candidato.

Solo così avremo un governo con la legittimità per affrontare le grandi sfide, che potrà dialogare con tutti i settori della nazione sostenuto dal voto popolare. È con questa una missione che mi propongo di accettare la candidatura presidenziale per il PT/Partito dei lavoratori.

Abbiamo già mostrato che è possibile fare un governo di pacificazione nazionale, in cui il Brasile cammini per incontrare i brasiliani, specialmente i più poveri e i lavoratori.

Ho fatto un governo in cui i poveri erano stati inclusi nel bilancio dell’Unione, con maggiore distribuzione dei redditi e meno fame; con più salute e meno mortalità infantile; con più rispetto e affermazione dei diritti delle donne, dei neri e per la diversità, e con meno violenza; con più educazione a tutti i livelli e meno bambini fuori dalla scuola; con più accesso alle università e all’insegnamento tecnico e meno giovani esclusi dal futuro; con più edilizia popolare e meno conflitti di occupazioni urbane; con più assegnazioni e distribuzione di terre e meno conflitti e occupazione nelle campagne; con più rispetto per le popolazioni indigene e quilombolas; con maggiori salari e garanzia dei diritti dei lavoratori; con più dialogo con sindacati, movimenti sociali e organizzazioni impresariali e meno conflitti sociali.

C’è stato un tempo di pace e prosperità, come mai prima avevamo avuto nella storia.
Credo, dal fondo del cuore, che il Brasile può tornare ad essere felice. E può avanzare molto di più di quanto abbiamo conquistato insieme, quando il governo era del popolo.

Per raggiungere questo obiettivo, dobbiamo unire le forze democratiche di tutto il Brasile, rispettando l’autonomia dei partiti e dei movimenti, ma avendo sempre come riferimento un progetto di Paese più solidale e più giusto, che riscatti la dignità e la speranza della nostra gente sofferente. Sono certo che saremo insieme alla fine del cammino.

Da qui dove mi trovo, con la solidarietà e le energie che giungono da tutti gli angoli del Brasile e del mondo, posso garantire che continuerò a lavorare per trasformare i nostri sogni in realtà. E così mi preparo, con fede in Dio e molta fiducia, per il giorno del reincontro con l’amato popolo brasiliano.
E questo reincontro non avverrà solo se la vita verrà meno.

A presto, gente mia!

Viva il Brasile! Viva la Democrazia! Viva il Popolo Brasiliano!
Luiz Inácio Lula da Silva
Curitiba, 8 giugno 2018

PT Cast